Al árbol que deshoja mis sentires le brotan los retoños de la savia. Los riego con el agua de mis ojos que de amor está enriquecida. Y manan más raÃces en mi alma que van a reforzar cada herida. Con hilos de ilusión y paciencia que me hacen sentir bendecida. Las ramas que semejan las alas del ángel que me guÃa y me cuida. Acarician con el viento mi cara, como un niño... me quedo dormida. Y descanso como ave en la copa de ese árbol, soy agradecida. De a poco retorna la confianza de la niña que estaba perdida. Autora: Icela Elizalde (México
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