Versión original tomada del Libro "El Profeta" de Kalil Gibram y editada por mi... "De niño creía que no existía en la vida, nada mejor que la alegría, y soñaba que al crecer llegaría el día en que la felicidad a mi alma colmaría; todo sería luz, todo sería dicha, y ninguna pena a mi corazón laceraría, pues las sombras y tinieblas que envuelven el espíritu de los hombres entonces se desvanecerían. Mas pasó el tiempo como tantas cosas, y casi, sin darme cuenta, fueron mis sueños e ilusiones los que poco a poco se desvanecieron; chocaron uno a uno con la realidad del mundo y en un montón de escombros se convirtieron. Fue así como nació mi tristeza… Germinó de las cenizas que de mis anhelos quedaron. Y nació tímida, ingenua, indefensa; ajena de odios, mentiras y rencores. Mi tristeza era tierna como el rostro de un recién nacido, dulce como el néctar de la rosa en la mañana, y se adueñó de mi corazón hasta lograr que yo la quisiera. Y creció mi tristeza como todos los seres vivos, fuerte, vigorosa, llena de hermosos recuerdos… Y se hizo amiga de la soledad… Juntas me enseñaron entre otras cosas, el dulce secreto que ocultan las noches estrelladas, el mensaje maravilloso y misterioso que anuncia el viento al rozar los árboles, el rumor reconfortante que nos brindan los atardeceres lluviosos, y hasta llegué a sentir junto a ellas la sensación que produce el silencio absoluto cuando envuelve cada parte de mi cuerpo. Cuando hablábamos mi tristeza y yo, no existían límites de tiempo ni de espacio que pudieran frenar nuestra conversación. Cantábamos mi tristeza y yo, y nuestro cantar era profundo como el fondo del océano. Caminábamos, y nuestro andar se unía a la imaginación para llevarnos a sitios tan distantes como el futuro, y tan remotos como el ayer. Y mi tristeza me enseñó a meditar… Entre reflexiones, comprendí que todo lo que me hace falta se oculta entre las cosas que poseo; que las armaduras nos protegen de los golpes, pero nos impiden sentir el calor de un beso, y que con el tiempo, las máscaras sustituyen el verdadero rostro. Muchas cosas aprendí de mi tristeza, pero de todas, la más importante fue que la felicidad, ese sentimiento que tanto deseamos atesorar, es tan igual como la sombra que proyectamos, pues si la perseguimos nunca lograremos alcanzarla, y si nos alejamos jamás logrará alcanzarnos, solo si aprendemos a detenernos la tendremos a la mano para contemplarla, pero debemos regalarla para poder disfrutarla. Y fue noble mi tristeza, tan noble que al llegar el momento de su muerte, al verme angustiado y llorando por ella, me dijo entre sollozos y suspiros que su muerte sería el nacimiento de un ser aún mas bello… Que su nombre sería Nostalgia, hija de mi tristeza y de mi alegría, y que su magia me haría recordar dulcemente las cosas que en la vida me hicieron feliz, que añoro, o que alguna vez me hicieron daño".